El Levante UD, que nunca ha puntuado en el Camp Nou, era el rival apropiado para que el Barça se resarciera de los últimos tropiezos y tomara la senda correcta que pueda llevarle a reducir diferencias en la clasificación de LaLiga y reivindicar sus opciones de conquistar el título, del cual se desapuntó en las dos últimas ediciones marcadas por el coronavirus.
En tiempos de pandemia, 35.334 espectadores representan una buena entrada que nos aleja de los fantasmagóricos partidos con las gradas vacías. En tarde de prórroga de verano, hubo niños en el estadio, esperanza en el futuro y muchas ganas de aplaudir a sus futbolistas.
Ronald Koeman, ausente en el banquillo por sanción, había confeccionado una alineación que, pese a la presencia de los veteranos Piqué, Busquets y Coutinho, promediaba una edad de 25 años, que se rebajó a 23 con la introducción de cambios nominales en el transcurrir del segundo período.
La indisposición por gastroenteritis de Sergi Roberto, unida a la sanción a De Jong y a la lesión de Pedri, propició que a Busquets le acompañaran Gavi (17 años) y Nico (19 años), para formar una línea medular inédita, pero de alto rendimiento y fiabilidad. De los dieciséis futbolistas participantes, nueve de ellos tenían la divisa de La Masia y ello otorgó un plus de ilusión de una afición que anhela retornar al pasado inmediato.
En esta regresada comunión de la afición y los futbolistas contribuyó un marcador favorable, decantado a las primeras de cambio. Memphis Depay que había bajado de rendimiento en sus últimas apariciones, se fabricó la jugada del penalti, al procurar el derribo de Radoja que picó el anzuelo. El holandés transformó la pena máxima con seguridad.
Fue de Luuk De Jong quien aprovechara una asistencia al espacio de un incisivo Dest para estrenarse como goleador blaugrana con un potente tiro cruzado que no precisó control previo.
El descaro de Gavi, la firmeza de Nico, la consolidación de Mingueza, la anticipación de Éric, la velocidad de Dest, conllevaron a una presión alta. Un juego complementado por la experiencia de Piqué y Busquets, la madurez de Ter Stegen, Memphis y Coutinho y la voluntad de Luuk de Jong.
Esta versión culé entusiasmó a una grada deseosa de reestablecer el lazo afectivo con sus jugadores. Las oportunidades de gol del Barça menudearon, pero el portero Aitor Fernández fue un valladar, que salvó a los granotas de una goleada mayor.
El cénit en el Camp Nou se produjo con la esperada reaparición de Ansu Fati, la joya mesiánica (con una sola ese) de la corona, en medio de una estruendosa ovación. Era el minuto 81 de juego y en su primera participación se infiltra y cobra un saque de esquina; en una segunda, provoca una acción de posible penalti que el colegiado y el VAR no consideran y, a la tercera, resultó la vencida.
Corría el minuto noventa de juego y en una jugada de contraataque se zafó del defensa en una ruleta, esprintó por el centro, amagó, ganó metros y cargó su pierna derecha para disparar a la red.
¡Golazo! del “diez”, de Ansu Fati. El nuevo número de su camiseta es toda una declaración de intenciones. El Barça queda a cinco puntos del líder y con un partido menos. “La quinta de Fati” empieza a escribir el futuro con voluntad de presente. Solo queda que Laporta y Koeman se soporten, como hicieron Núñez y Cruyff para formar un equipo campeón en los años noventa. O así piensa nuestra pluma.
@albertgilper
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