Hoy disputa el Barça la jornada vigésimo segunda y lo hará ya con la soga al cuello, en la necesidad de ganar para seguir luchando para clasificarse en LaLiga entre los cuatro primeros. La distancia con el líder Madrid y el vice líder Sevilla empieza a ser sideral y el remonte parece fuera del alcance de esta versión del Barça tan disminuida.
Para el tercer y cuarto puesto tendrá que competir con Sevilla, Betis, Atlético y Real Sociedad que le aventajan en la tabla, con el Villarreal que le iguala con un partido más y con el Rayo, Valencia y Athletic Club que le persiguen a corta distancia.
Eliminado de la Champions League y de la Copa del Rey y con el horizonte de la Europa League, que no despierta entusiasmo, los objetivos del Barça quedan constreñidos a alcanzar ese cuarto puesto mínimo, el que le da el billete a la primera competición europea.
La otra vía, sería ganar la Europa League, competición en la que se estrenará el 17 de febrero en el Camp Nou frente al Nápoles, para cumplir la semana siguiente la devolución de visita a la ciudad sureña italiana, donde esperamos que no irrumpa el volcán Vesubio, el mismo que destruyó Pompeya.
Este Barça está cogido con pinzas de sujetar la ropa tendida, no está para demasiados trotes ni aventuras. El fútbol es inter secular, por mucho de que se introduzcan variantes, no demasiadas.
En estas condiciones de un enfermo en la UVI, como escribimos ayer, el Barça necesita de practicismo, que elude las experimentaciones. Importa el presente inmediato. El Club ya ha pasado por circunstancias similares y recordamos a tres entrenadores que actuaron, ante la emergencia, de gestores de la situación para otorgar de verticalidad a la nave extraviada. Y recordamos la segunda etapa de Helenio Herrera, a Luis Aragonés y a Radomir Antic, (los tres ya fallecidos) que cubrieron ese perfil salvador para subsanar un estado de excepción deportiva y que diera paso a nuevos proyectos.
Recientemente se aplicaría de nuevo la fórmula de un hombre puente con Quique Setién. Sin embargo, por esta vez, con resultado nefando, pues el cántabro naufragó y precipitó al equipo a la quiebra técnica, con el descalabro deportivo del 2-8 de Lisboa ante el Bayern, una herida lacerante de improbable cicatrización.
Existe la impresión de que Xavi ha llegado demasiado pronto al banquillo blaugrana y hay el riesgo de quemar un valor seguro en el medio plazo. Pasó lo mismo con Ladislao Kubala en los años sesenta.
Es tiempo de taponar las heridas abiertas, para que, este presente gris, no hipoteque la entrada del sol futuro. Se requiere del máximo oficio y profesionalidad para salvar los muebles. Con la consecución de objetivos de mínimos, se podrá proyectar el nuevo curso.
Un nuevo curso donde los jovencísimos habrán incrementado su grado de consolidación y se pueda gestionar mejor la aportación de los veteranos de forma gradual. Individualmente, Alves, Piqué, Alba y Busquets son piezas aún valiosas, pero, colectivamente tratadas, ya no mezclan tan bien. Por el rendimiento presente y por el peso de muchos resultados negativos acumulados en la retina histórica de la afición.
Tanta tecnología incorporada al fútbol equivoca muchas veces, porque la incidencia de los datos escrutados no interfiere tanto en el resultado final, como nos quieren hacer ver tanto analista tertuliano, que no aportan valor añadido y sin mayor conocimiento interpretativo que el aficionado de pie.
Hoy juega el Barça en Gasteiz/Vitoria frente al Deportivo Alavés, clasificado penúltimo de la tabla Solo el triunfo se significará como resultado positivo. Por la imperiosa necesidad de sumar puntos de tres en tres, ya no se compran discursos lastimeros. Tampoco para desenfocar las contrariedades con más prédicas y soflamas, como la vivida en el vestuario de Riad, tras perder la semifinal de la Supercopa de España contra el Real Madrid. O así piensa nuestra pluma.
@albertgilper
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