Este domingo ocurría el fatal desenlace. El niño adolescente Hugo Millán sufría un gravísimo accidente en el circuito de Motorland Aragón, durante la disputa de la quinta prueba del FIM CEV Repsol al ser embestido por otra moto al incorporarse de una caída en el circuito. Sucedió durante el transcurso de la carrera de la European Talent Cup.
Trasladado en helicóptero a un hospital de Zaragoza moría a las pocas horas. Al difundirse la luctuosa noticia todos quedamos consternados en la medida que se ampliaba la información. Se trata de un niño adolescente, Hugo Millán que tenía solo catorce años, precoz motorista al que se le apodaba “Super Hugo”.
Fue su padre Kike Millán quién inculcó al niño su pasión por el motociclismo y fue su primer entrenador y mecánico: «Diste tu vida por ser tan valiente y te juro por mi vida que no cesaré de luchar para que no se desvanezca tu nombre». «Por siempre Súper Hugo«. Tremendo dolor que comparte su madre Ana Belén Gracia: «Llevo sólo horas sin ti y no puedo con mi alma, te has llevado toda mi vida contigo».
Toda la sociedad onubense, toda Andalucía y España llora la muerte de Hugo incomprensible para tantos y que merece una profunda reflexión de la sociedad. No debiera ser óbice el que se trate de un circuito cerrado y acondicionado para un evento deportivo, para permitir competir en deportes de riesgo a menores de edad.
Esta muerte acontecida abre de nuevo un debate en la sociedad acerca de la gestión de la adolescencia a cargo de los padres. Demasiadas veces cuando los infantes muestran habilidades poco comunes en alguna práctica deportiva, lo que es un divertimento pasa a ser una obligación que genera muchas horas de entrenamiento y abnegación que, incluso, sacrifica la formación escolar, cuando en el joven se atisban condiciones que puedan derivar en un filón económico para las familias agraciadas con un miembro descollante.
Mientras en el circuito de la localidad turolense de Alcañiz se mascaba la tragedia humana, Momiji Nishiya, una niña de solo trece años, se alzaba con la Medalla de Oro en los Juegos Olímpicos de Japón y se erigía en la tercera campeona más joven de la historia. Es el anverso y reverso de la infra historia.
Sin duda, para Momiji Nishiya la práctica deportiva le ha llevado a un nivel de exigencia incompatible con el disfrute y más alineado al deber. Así pasa con muchos “niños prodigios” en muchas esferas, desde la deportiva, torera, musical y actoral, que podemos sintetizar en un nombre paradigmático: Marisol, de niña portada en el cine franquista y, de adulta, la ciudadana Pepa Flores.
Un menor de edad ha de practicar deporte para su formación y crecimiento integral, físico y mental. Por el espíritu de superación se mide el éxito en el empeño programado, pero a estas edades jóvenes, más que objetivo finalista, es una escala de medición del progreso adecuado. Deberíamos procurar que ningún niño pierda su infancia, ni su adolescencia.
Todos lloramos la desgraciada muerte de Hugo. Que no quede en saco roto y la mejor manera de honrar su memoria sería revisar un reglamento que mida, al unísono, riesgos y responsabilidades.
Ha muerto Hugo Millán y la culpabilidad nos alcanza a toda la sociedad enlutada. Que descanse en paz el precoz campeón motero y nuestro más sincero pésame a sus padres y familiares. O así piensa (siente) nuestra pluma.
@albertgilper
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